lunes, 4 de agosto de 2025

EL CONCILIO DE CONSTANTINOPLA III

 

Después del Concilio de Constantinopla II, la cristología afronta otros problemas como el conocimiento humano en Cristo y la presencia en él de dos voluntades, la divina y la humana, junto con dos naturalezas unidas en una única persona y la perfección de la inteligencia y de la voluntad humana de Jesús.

El conocimiento humano de Cristo se había resuelto en los primeros siglos tanto en Antioquía como en Alejandría. Se admitía que ese conocimiento, debido al rebajamiento del Verbo, tenía que ser limitado. Más adelante esta postura (denominada agnoetismo) fue condenada por el patriarca de Alejandría, Eulogio y por San Gregorio Magno.

Sobre la voluntad humana de Jesús, había muchos pasajes bíblicos que presentaban a Jesús como alguien que toma decisiones, que quiere hacer la voluntad del padre  o que aprende a obedecer a través del sufrimiento y planteaban el problema de una doble voluntad, divina y humana. Se dijo que en Jesús había que admitir una única actividad al mismo tiempo divina y humana. Esto se denominó monoenergismo, pero se abandonó enseguida esta postura porque no resolvía el problema.

Sobre la voluntad de Cristo, se adoptó la posición monotelita, que afirmaba en Jesús una única voluntad, la divina. Pero se fue imponiendo la posición ditelita, que afirmaba en Cristo la existencia de dos voluntades, una divina y otra humana.

La reacción contra el monotelismo comenzó con Máximo el Confesor y el Concilio Lateranense en el 649. Este Concilio afirmó el Símbolo de Calcedonia añadiendo que en Cristo hay "dos voluntades, la divina y la humana y dos actividades naturales, la divina y la humana de modo que él quería y realizaba nuestra salvación a la vez de modo divino y humano”. Aquí se presentan las dos naturalezas del Concilio de Calcedonia y una afirmación relativa al obrar concreto de Jesús, que afronta la pasión y la muerte por nuestra salvación.


El Concilio de Constantinopla III  (681) promulgó conclusiones a modo de compendio de la enseñanza cristológica de los concilios precedentes; las dos voluntades de Cristo “no son contrarias y que la humana está sujeta a su voluntad divina y omnipotente”.  Aún así los problemas no se resolvieron del todo pero en la Iglesia se había encontrado ya una formulación común que servirá de plataforma para otras profundizaciones. 

Este consenso durará casi un milenio hasta que con los cambios sociales y culturales se vea necesario volver a las fuentes bíblicas y patrísticas para reformular y enriquecer la enseñanza cristológica, para responder mejor a los interrogantes del hombre moderno.

sábado, 2 de agosto de 2025

ORIGEN Y FUNDAMENTO DE LA IGLESIA IV: LA ÚLTIMA CENA

 


La última cena se considera una etapa muy importante dentro del proceso de constitución de la Iglesia puesto que hay una estrecha relación entre la Iglesia y la cena del Señor, celebrada por las primeras comunidades cristianas según el mandato del propio Jesús. Por ello, hay algunos autores que consideran la última cena como un verdadero acto fundacional de la Iglesia.

La última cena no se puede considerar una comida en el sentido amplio del término; según el testimonio de San Pablo en 1 Cor 11,28, insiste sobre la necesidad de examinarse antes de participar en la cena, para poder comer dignamente el cuerpo y la sangre del Señor.

Hay cuatro relatos de la cena en el Nuevo Testamento: en Mateo 26, Marcos 14, Lucas 22 y Primera Carta a los Corintios 11. Todos ellos coinciden en lo esencial, lo que corrobora el sentido de la última cena del Señor.

En la cena Jesús relaciona sus palabras y sus gestos con su propia persona, que se encuentra ante su muerte inminente; identifica el pan y el vino con su cuerpo y su sangre y de esta forma vincula la cena con su muerte interpretándola como sacrificio por muchos y como comunión con él, una comunión que supone la participación en su vida.



Las palabras y los gestos realizan simbólicamente su propia muerte y el establecimiento de la Nueva Alianza. La alianza del Sinaí se pactó entre Dios y su pueblo mediante un sacrificio y el sacrificio de Jesús se ofrece como mediación en el momento del nuevo pacto entre Dios y los hombres. La celebración de la Pascua judía era la renovación de la alianza primitiva, que en la última cena queda sustituida por la Nueva Alianza. A diferencia de la antigua, esta Nueva Alianza representa un tipo de relación con Dios no basado en una ley externa sino fundado en el corazón. Por tanto, el antiguo pacto y su sustitución por otro es algo nuevo no solo en el tiempo sino también en el contenido.

La cena de Jesús celebra la liberación y la alianza pasadas y hace presente la salvación realizada en su propia vida y muerte y apunta hacia el acontecimiento de la llegada del Reino de Dios; da origen a un nuevo pueblo capaz de pactar con Dios de un modo nuevo. Jesús ha pensado en una comunidad de creyentes unidos a él más allá de su muerte, ha querido llamar a la comunión con él y hace a sus discípulos partícipes de la salvación.

Los discípulos representan a la comunidad que entrará en el Reino de Dios, que surge gracias a la entrega que Jesús hace de sí mismo. Por tanto sus discípulos son aquellos que están dispuestos a participar de su destino y a continuar su misión después de su muerte, anunciando la buena noticia del Reino y sirviendo a los hermanos con una disposición y entrega totales.

miércoles, 30 de julio de 2025

EL EVANGELIO DE SAN MARCOS (III)


Continuamos con la exposición del Evangelio de San Marcos.

Puedes leer la introducción aquí y la primera parte de la exposición aquí.

En este post explicamos la manera en que se muestra cómo es el mesianismo de Jesús en este Evangelio (Mc 8, 31- 16, 8). Jesús explica, teniendo en cuenta la orientación a Jerusalén, como es su mesianismo: de muerte y resurrección. Al igual que en la primera parte, distinguiremos tres secciones.

En la primera sección aparece una catequesis sobre la pasión, muerte y resurrección (Mc 8, 31- 10,52).

Jesús va caminando por Galilea y se dirige a Jerusalén anunciando su muerte y resurrección. Esta sección contiene tres anuncios de la pasión, muerte y resurrección seguidos por la incomprensión de los discípulos y una serie de enseñanzas éticas en donde se pone de manifiesto que solo puede conocer al Mesías quien acepta los valores que promulga Jesús.

La segunda sección es un prólogo de la pasión (Mc 11-13).

En esta sección se narra la actividad de Jesús en Jerusalén durante tres días; va proclamando su anuncio del reino en esa ciudad y con esto se encuentra una explicación de porqué desean matarle.

La tercera sección es la pasión, muerte y resurrección  (Mc14,1-16,8)

Esta sección es la narración más importante de toda la obra, que es el relato de la pasión, muerte y resurrección y que revela cuál es el mesianismo del Hijo de Dios. Se ve la traición de uno de los suyos, el juicio a Jesús, las negaciones de Pedro, las burlas y la soledad de Jesús en la cruz. Pasado el sábado, se proclama la resurrección: en el sepulcro vacío, ante las mujeres, se proclama la resurrección de Jesús y se les encarga decir a Pedro y a los discípulos que le verán en Galilea. 

Pareciera que Marcos ha dejado la obra incompleta, sin narrar ninguna aparición final, a pesar de que conocía la tradición de que Jesús se apareció a Pedro y a los discípulos. Marcos parece invitar al lector a completar el relato con su experiencia personal de seguimiento de Jesús, a superar los temores, ir a Galilea, ver a Jesús y dar testimonio de Él. 

Este es el objetivo de esta catequesis contenida en el Evangelio de Marcos; el evangelista muestra que así es como se puede conocer a Jesucristo.

martes, 15 de julio de 2025

ALGUNAS PECULIARIDADES SOBRE SAN PABLO



En algunas entradas hemos tratado la figura de Pablo, sus viajes y vida en general. Para entender mejor su trayectoria, te recomiendo que leas esta introducción al Apóstol,  un artículo sobre sus primeros añossobre sus viajes y esta otra entrada sobre sus tres viajes apostólicos 

En esta entrada trataremos algunas peculiaridades y curiosidades del Apóstol de los gentiles.

Con respecto a su aspecto físico, aparentemente debió tener algún defecto físico o enfermedad, tal como se pone de manifiesto en la Segunda Carta a los Corintios (2 Cor 10,10). En la Carta a los Gálatas, hace referencia a una enfermedad que podría provocar cierta repugnancia (Gal 4, 13-14).

El único dato que tenemos sobre su estado civil aparece en la Primera Carta a los Corintios concretamente en el capítulo 7. No aparece vinculado a ninguna mujer, pero en aquella época, un rabino o aspirante a rabino debía estar casado antes de los 30 años por razones de respetabilidad y honestidad. Por tanto, en San Pablo solamente cabría la opción del celibato total o haber estado casado y posteriormente enviudar.

Una vez convertido al cristianismo, aparece como un predicador itinerante en las ciudades. Tiene un trabajo como tejedor de lonas para poder mantenerse, aunque a veces acepta ayuda de alguna comunidad. Su actividad principal es la de anunciar el Evangelio y constituir comunidades; una vez hecho esto se sigue ocupando de estas comunidades a distancia y se marcha a otras ciudades a continuar constituyendo comunidades. Aparentemente tuvo un estilo de vida en general bastante austero.

Tenía una fuerte personalidad, de manera que no dejaría indiferente a nadie que entrara en contacto con él. Debió tener adversarios entre los judíos y también entre los cristianos ya que suscitaría simpatías y antipatías por este rasgo de fuerte personalidad.


Pablo estaba educado en la ciudad y utiliza el lenguaje de la vida urbana de su tiempo. Habla poco de la naturaleza y culturalmente el rasgo que más resalta en él es de su cultura helenística junto con su formación rabínica. Se puede decir que está entre estos dos mundos: el judío y el helenístico. Pero su pensamiento y actividad no solamente se pueden explicar por estos dos rasgos, sino sobre todo por su experiencia personal con Jesucristo.

Sus cartas fueron dictadas a amanuenses. Solo al final de algunas de ellas escribe él personalmente algunas líneas. Por eso a veces en sus cartas se encuentra un estilo que parece más un discurso o sermón más que una composición de una carta.

Las cartas responden a preocupaciones concretas; a veces carecen de orden y claridad, pero cuentan con una profunda vivencia y experiencia de Jesucristo y de su mensaje, así como de un toque de humanidad, inteligencia y sensibilidad. Emplea unas expresiones propias de la gente culta de su época pero tampoco llega a utilizar giros lingüísticos complicados.

Hay siete cartas de las que se sabe sin duda ninguna que fueron escritas o dictadas por él: la Primera Carta a los Tesalonicenses, Gálatas, Filipenses, Primera y Segunda Carta a los Corintios y la Carta a los Romanos. Hay tres sobre las que existen algunas dudas en cuanto a su autenticidad directa: Segunda de Tesalonicenses, Colosenses y Efesios, pero se considera que pueden haber sido escritas por un discípulo de Pablo.

Hay otras tres sobre las que se puede afirmar con bastante seguridad que no son de Pablo: Primera y Segunda Carta a Timoteo y Tito, las llamadas cartas pastorales. Pero en cualquier caso, el que sean o no escritos auténticos de San Pablo no influye en su inspiración y canonicidad, que viene dada por otros motivos y no por la autoría Paulina. 

lunes, 14 de julio de 2025

LA CRISTOLOGÍA EN EL SIGLO VI

Durante el Siglo VI surgieron problemas cristológicos nuevos. Continúa presente la cuestión de la unidad de la naturaleza humana y divina de Cristo, así como de la terminología más idónea para expresarla. También surge otra controversia con el tema del conocimiento humano de Cristo, su doble voluntad y actividad. Estos temas se desarrollarán en los concilios de Constantinopla II y III.


El Concilio de Constantinopla II

A mediados del siglo VI se vive un período de fuertes controversias a nivel teológico. Por un lado, se encuentran quienes apoyan el Concilio de Calcedonia pero también están los nestorianos los monofisitas y conviven todas estas visiones. 

Este Concilio observa como objetivo principal interpretar la enseñanza de Calcedonia teniendo en cuenta este clima a nivel teológico. El Canon V del Concilio de Calcedonia establecía que el Verbo de Dios se ha unido a la carne según la subsistencia. El Canon VI precisa que el valor del título Madre de Dios significa propiamente que el Dios Verbo se encarnó y nació de ella. El Canon VII define la expresión calcedonense en dos naturalezas para indicar la diferencia de las naturalezas de Cristo, que permanece también después de la unión realizada sin confusión. Esta diferencia no significa separación en Cristo, sino solo una distinción conceptual: dos naturalezas no significa en modo alguno dos realidades con una subsistencia propia separada cada una.

El Canon VIII indica cómo se pueden conciliar la terminología de Cirilo de Alejandría con la de Calcedonia, intentando reconciliar las diversas corrientes teológicas. Se puede hablar de una sola naturaleza del Verbo de Dios encarnado porque con tal fórmula se quiere decir que de la naturaleza humana y divina en virtud de la unión hipostática se realiza un solo Cristo. 

En lo que concierne al tema de la Unión del Verbo con la naturaleza humana, el Concilio de Constantinopla II recoge la doctrina de Calcedonia: una unión según composición, ó sea, según la hipóstasis, haciéndose eco de la enseñanza conciliar precedente. 

Hay varias figuras que destacan en esta época. Leoncio de Jerusalén concibe la unión entre la divinidad y la humanidad de Cristo en cuanto realizada en la única persona del Verbo y viene a poseer además de las propiedades divinas también las propiedades humanas. Por ello se puede hablar de una cierta "asimetría" de las dos naturalezas de Cristo, ya que la humana no tiene subsistencia propia sino que subsiste en la persona del Verbo. Leoncio concibe erróneamente estas propiedades humanas como algo que completa las propiedades divinas, con riesgo no solo de reducir la humanidad de Cristo a una especie de accidente de la divinidad, sino también de introducir un cambio de estado en la misma naturaleza divina.


Máximo el Confesor enseñaba que Cristo es una única persona y que esta es la persona misma del Verbo, de modo que la naturaleza humana de Cristo resulta unida a él, es decir, subsiste en él. Afirmaba la distinción entre la naturaleza humana de Cristo y la persona del Verbo y por esta distinción era posible plantear la presencia en él de una voluntad y una operación humana y de una voluntad y una operación divina. 


Boecio concibe a la persona como una naturaleza sustancial dotada de mente y de razón y por ello da una definición clásica: la persona es una sustancia concreta racional. De aquí también la imposibilidad de concebir que la naturaleza humana de Cristo no sea persona. Para Boecio la única explicación de la unidad personal de Cristo es la referencia al dato de fe que habría que explicar: Cristo es una sola persona porque si tuviese dos personas no podría ser uno solo. 

Rustico intenta responder a la pregunta qué es la persona. Es una naturaleza humana e individua, en sí misma subsistente. Aplicando esta definición a Cristo era posible dar una explicación de por qué la naturaleza humana de Cristo no es una persona. La naturaleza humana asumida no es persona porque no tiene subsistencia propia sino que la toma del Verbo. La humanidad de Cristo fue creada de esta manera en el acto mismo de la Encarnación con miras a la unión con la subsistencia del Verbo. 

Todas estos reflexiones ofrecen cierta profundización terminológica y una primera evolución en la doctrina de la naturaleza humana de Cristo. Era una época en donde todavía prevalecía una pobreza en el ambiente cultural y de ahí la dificultad del discurso cristológico. Igualmente la atención de la teología estaba puesta en otras áreas, como por ejemplo, el tema de la salvación. 

domingo, 13 de julio de 2025

EL EVANGELIO DE SAN MARCOS (II)



Puedes leer aquí la primera parte de esta publicación.

El Evangelio de San Marcos está estructurado en pequeñas escenas que se van sucediendo unas con otras.

Comienza con una introducción (Mc 1, 1-13) encabezada por un título "Evangelio de Jesús, Mesías e Hijo de Dios".

El conjunto del Evangelio queda dividido en dos grandes bloques, el primero orientado a responder a la pregunta  de quién es Jesús y el segundo muestra como Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios. Esto es precisamente lo que la obra pretende mostrar: que Jesucristo es el Mesías y el Hijo de Dios. 


Primer bloque (Mc 1, 14-8, 30)

La primera parte se encuentra a su vez dividida en tres secciones y está dedicada a la revelación de Jesús como mesías y las reacciones ante esto. Se muestra a Jesucristo proclamando el Reino de Dios en Galilea Cada una de estas secciones tiene la misma estructura: primero aparece un anuncio, después una escena de los discípulos junto con otras escenas y por último aparece la reacción de los interlocutores de Jesús.

La primera sección tiene como centro a Jesús y los escribas y fariseos. Se presenta su obra en Galilea y la vocación de los primeros discípulos. La fama de Jesús se extiende por todas partes y se ofrecen algunos signos de lo que significa la llegada del reino como el perdón de los pecados. Los escribas y fariseos muestran una oposición progresiva a Jesús y lo rechazan. Al final de esta sección se pone de manifiesto la decisión de acabar con él.

La segunda sección se centra en Jesús y el pueblo. Continúa la revelación de Jesús y se muestra la reacción del pueblo. Se presenta Jesús rodeado por los discípulos, la elección de los Doce, la reacción de su familia, los discursos en parábolas, signos que muestran a Jesús como vencedor del mal, reacciones de los discípulos, rechazo del pueblo y aceptación por parte de otras personas. Finalmente se muestra el rechazo de la mayor parte del pueblo judío.

La tercera sección subraya la relación de Jesús y los discípulos. Aquí se muestra la respuesta de los discípulos ante la revelación de Jesús. Ellos poco a poco van conociendo y entendiendo hasta que terminan confesando a Jesús como Mesías, a través de Pedro.

sábado, 12 de julio de 2025

EL DOGMA CRISTOLÓGICO EN EL SIGLO V

 

El siglo V se caracteriza por el enfrentamiento entre dos posiciones cristológicas sobre la unión de la realidad humana y la divina en Jesucristo. Por un lado estaba la visión del Verbo como sujeto del hombre Dios , descuidando la importancia de la humanidad de Jesucristo; por otro, se atendía a la realidad de la humanidad de Cristo pero se dudaba del Verbo como sujeto de la actividad divina.

Los protagonistas de este enfrentamiento fueron Nestorio, obispo de Constantinopla y Cirilo, patriarca de Alejandría. La articulación de sus visiones sobre Cristo se realizará en el Concilio de Calcedonia.


Nestorio afirmaba la humanidad y divinidad de Jesucristo pero no parecía atribuir  propiedades humanas y divinas a la única persona del Verbo encarnado. Cirilo admitía que la unión en Cristo se realizó a partir de dos naturalezas, humana y divina, y que no se pueden separar pero hay que distinguirlas porque cada una conserva sus cualidades propias. Esta enseñanza fue aprobada en el Concilio de Éfeso pero surgieron muchos equivocos al no realizarse una definición dogmática sobre la unión d elas naturalezas de Cristo.

Antes del Concilio de Calcedonia destaca la posición de Eutiques que afirmaba la presencia en Cristo de dos naturalezas antes de la unión, pero una sola después de la unión. El verbo asunmió una humanidad completa, carn ecomo la nuestra pero vacila en decir que era consustancial a la nuestra. El Papa León Magno en una carta al patriarca de Constantinopla, expuso la distinción de las naturalezas de Cristo junto con su unión en una única persona. Cada una de las naturalezas conserva las operaciones que le son propias.


El Concilio de Calcedonia tuvo lugar en el año 451 y terminó estableciendo un acuerdo en la Iglesia. Su punto central fue profesar la fe en un solo y mismo Hijo nuestro Señor Jesucristo. En él están presentes dos naturalezas, la divina y la humana. Hay una precisión por la que se elimina la concepción de una unión de dos naturalezas. El Concilio confiesa la fe en Cristo que existe en dos naturalezas, unidas entre sí sin confusión, sin cambio, sin división y sin separación. Con esta definición conciliar, la Iglesia poseía finalmente una formulación unívoca de la dualidad de Cristo, Dios y hombre, y de la unidad perfecta de su persona.